LA DEUDA AMBIENTAL DE LA DEFORESTACIÓN
(Jueves 5 de junio de 2025) En el Día Mundial del Medio Ambiente, publicamos el primer informe del proyecto Biocomunidad de Fundación Colsecor /
El 85% de la población latinoamericana reside en áreas urbanas. En los últimos 20 años, estas zonas experimentaron una pérdida promedio del 24% de la cobertura vegetal, según el Informe Mundial de Ciudades 2020 de la ONU- Hábitat.
Dentro del impacto de la pérdida del arbolado urbano, se encuentra el aumento de entre 5°C y 7°C de la temperatura, una mayor prevalencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, así como contaminación acústica, pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos.
La Fundación COLSECOR, en el marco del Espacio Pepe Mujica, difunde el primer informe del proyecto Biocomunidad, que analiza en profundidad esta problemática estructural desde el impacto del cambio climático hasta la falta de políticas públicas con enfoque en equidad territorial.
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LA DEUDA AMBIENTAL DE LA DEFORESTACIÓN
Informe Fundación Colsecor
1. Introducción
En el contexto de las ciudades latinoamericanas, donde al menos el 82.5% de la población reside en áreas urbanas, mantener y mejorar la calidad del hábitat, así como impulsar la sostenibilidad y resiliencia, representa un gran desafío .
La presencia de arbolado urbano y espacios verdes públicos es un componente fundamental para garantizar ciudades habitables y sostenibles.
Estos elementos son considerados la inversión más práctica y económicamente óptima para impactar positivamente en la calidad de vida de la población urbana. Brindan múltiples beneficios esenciales , por ello una infraestructura verde bien planificada y gestionada hace que las ciudades sean más sostenibles, mejoren la calidad de vida, se adapten mejor al cambio climático y conserven los ecosistemas.
La situación del arbolado urbano ya sea por retroceso o por una gestión insuficiente en ciertas áreas, representa una amenaza directa al derecho a un ambiente sano, consagrado por múltiples instrumentos jurídicos nacionales e
internacionales. Los bosques urbanos y espacios verdes juegan un papel crucial en el mejoramiento de la calidad del aire, la reducción de enfermedades respiratorias, y permiten el desarrollo de actividades recreativas y deportivas, además de ofrecer servicios sociales como la mejora de la salud pública y la interacción social. En este sentido, la pérdida o deficiencia de estos espacios verdes en entornos urbanos puede impactar negativamente
estos aspectos fundamentales del bienestar humano.
La situación del arbolado urbano, sin embargo, muestra retrocesos y deficiencias, en especial en barrios populares. Esta realidad afecta el derecho a un ambiente sano, reconocido por el artículo 41 de la Constitución Nacional y por tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú, que garantizan el acceso equitativo a la información, participación y justicia ambiental. La Corte Interamericana de Derechos Humanos en la Opinión Consultiva 23/17 de la reconoció al derecho a un ambiente sano como un derecho autónomo, interdependiente con los derechos a la vida, la salud, la integridad personal y el desarrollo. A su vez, el Relator Especial sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente de Naciones Unidas ha sostenido que “los espacios verdes urbanos son elementos esenciales de un entorno saludable” y que su acceso equitativo forma parte del derecho a un ambiente sano.
El presente informe surge del trabajo realizado en el marco del Proyecto BIOCOMUNIDAD, con el objetivo de visibilizar esta problemática creciente y resaltar la importancia estratégica del arbolado urbano como parte esencial de la infraestructura verde. Abordar esta situación requiere planificación urbana con enfoque de equidad, participación comunitaria y políticas públicas comprometidas con la regeneración ambiental.
2. ¿Qué es el arbolado urbano y por qué es clave para la vida urbana?
El arbolado urbano y los espacios verdes públicos en el entorno urbano son un componente fundamental y se refieren al conjunto de árboles, arbustos y áreas vegetadas ubicados en ciudades y áreas periurbanas . Se reconoce cada vez más a esta vegetación como una infraestructura verde urbana, un concepto que reemplaza al de "zona verde" y reconoce los servicios que estos espacios brindan para la salud humana y el medio ambiente.
Desde el punto de vista ambiental y ecológico, los árboles y los espacios verdes urbanos son esenciales para enfrentar los desafíos de las ciudades y contribuyen de manera significativa a su sostenibilidad y resiliencia. Tal como los enumera ONU Hábitat, en su informe “Siete grandes beneficios de los árboles urbanos” y la CAF Banco de desarrollo de América Latina y El Caribe en su artículo sobre “Bosques urbanos para mejorar la calidad de vida
en las ciudades”, sus beneficios clave incluyen:
● Mitigan el cambio climático y regulan la temperatura: Operan como umideros de carbono, contribuyendo a la captura de CO2. Son aliados principales para enfrentar el efecto de "isla de calor urbana", reduciendo las altas temperaturas y ondas de calor, y mejorando el confort térmico al proporcionar sombra. La ubicación estratégica de
árboles puede enfriar el aire entre 2 y 8 grados centígrados. Pueden reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30% y las facturas de calefacción invernal en un 20-50% si se ubican correctamente cerca de edificios.
● Mejoran la calidad del aire y reducen la contaminación: Actúan como filtros excelentes para contaminantes urbanos y partículas finas (como polvo, suciedad o humo), absorbiéndolos y atrapándolos en las hojas y la corteza. Esto mejora la calidad del aire y puede ayudar a reducir la ocurrencia de enfermedades respiratorias.
● Favorecen la biodiversidad Desempeñan un papel importante en el aumento de la biodiversidad urbana, proporcionando hábitat, alimento y protección para plantas, animales y avifauna. Contribuyen a conservar los ecosistemas urbanos y pueden formar corredores biológicos.
● Gestionan el agua y previenen inundaciones: Los árboles maduros regulan el flujo de agua. Un árbol de hoja perenne maduro puede interceptar más de 15.000 litros de agua por año, desempeñando un papel clave en la prevención de inundaciones y la reducción del riesgo de desastres naturales. Contribuyen a la gestión eficiente de aguas pluviales, reduciendo la escorrentía y permitiendo el drenaje sostenible.
● Reducen la contaminación acústica, el impacto del sol y el resplandor: Mitigan los niveles de ruido urbano y la fuerza del viento.
En el plano social, los beneficios del arbolado urbano también son extensos y contribuyen directamente al bienestar de los habitantes urbanos:
● Mejoran la salud pública: Vivir cerca de espacios verdes urbanos y tener acceso a ellos puede mejorar la salud física y mental, por ejemplo, al disminuir la presión arterial alta y el estrés. Permiten el desarrollo de actividades recreativas y deportivas. La infraestructura verde, al mejorar el medio ambiente, tiene impactos positivos en la salud.
● Promueven la interacción social y la cohesión: Facilitan la interacción e integración social y pueden incrementar el sentimiento de comunidad, especialmente cuando se asocian a proyectos de autogestión. Los huertos urbanos, por ejemplo, aportan funciones de cohesión social y vínculos con el barrio, así como ocio intergeneracional.
● Contribuyen a la seguridad y protección: Ofrecen protección física a los peatones y pueden estar vinculados a la reducción de la criminalidad o a generar espacios más seguros, un aspecto relevante en la planificación urbana desde la perspectiva de género.
● Mejoran la calidad de vida y el entorno: Contribuyen a la jerarquización del contexto urbanístico y a crear un soporte de ciudad más habitable.
Finalmente, los bosques urbanos y espacios verdes no solo mejoran la calidad de vida, sino que también apoyan a las ciudades en el cumplimiento de acuerdos internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
y el Acuerdo de París sobre Cambio Climático. En definitiva, cuidar y gestionar adecuadamente el arbolado urbano es indispensable para tener ciudades más sostenibles, resilientes y equitativas.
3. Diagnóstico: la deforestación urbana como fenómeno estructural
La deforestación urbana, entendida como la reducción o desaparición del arbolado en entornos urbanos, es resultado de múltiples factores convergentes. Según ONU-Hábitat, en su “Informe Mundial de Ciudades 2020: El valor de la urbanización sostenible” las ciudades de América Latina han experimentado una pérdida promedio del 24% de su cobertura vegetal en áreas urbanas densamente pobladas durante los últimos 20 años.
Entre las causas principales se identifican:
● Expansión inmobiliaria sin control ambiental: muchas obras públicas y privadas se ejecutan sin Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) adecuada, como lo exige el artículo 11 de la Ley General del Ambiente (Ley 25.675) en Argentina.
● Desinversión estatal en infraestructura verde: los presupuestos municipales frecuentemente priorizan obras de cemento por sobre la planificación verde, sin considerar los costos sanitarios y climáticos derivados de la pérdida de árboles.
● Falta de inventarios y monitoreo técnico: menos del 20% de los municipios latinoamericanos cuenta con un censo actualizado de su arbolado urbano, lo que impide un manejo eficiente.
● Podas indebidas y daños por obras de servicios públicos: empresas que realizan tareas de cableado, apertura de zanjas o alumbrado suelen podar o dañar árboles sin protocolos adecuados ni reposición obligatoria.
● Impacto de eventos climáticos extremos: según el informe del año 2022 del IPCC , las olas de calor, tormentas severas y sequías prolongadas están aumentando en frecuencia e intensidad, afectando especialmente a los árboles urbanos más viejos o mal mantenidos.
En los barrios populares, estos factores se combinan con un contexto de marginación estructural, generando verdaderas zonas de sacrificio ambiental donde la pérdida del arbolado se traduce en mayor temperatura, contaminación, enfermedades y menor esperanza de vida.
3.1. La deforestación urbana como problemática reconocida internacionalmente Organismos multilaterales han advertido sobre los impactos de la deforestación urbana en la salud pública, la resiliencia climática y la equidad
territorial. La FAO, en ya citado del año 2016, señala que la reducción del arbolado urbano es una de las principales causas del deterioro ambiental en ciudades del sur global, recomendando políticas de forestación participativa y normativa específica para la protección del arbolado.
El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) incluye el arbolado urbano entre los indicadores clave para el cumplimiento del ODS 11: Ciudades y comunidades sostenibles. Subraya que el acceso equitativo a espacios verdes mejora la calidad del aire, reduce la pobreza energética y contribuye a la cohesión social.
En su 6° Informe de Evaluación, el IPCC afirma que las “soluciones basadas en la naturaleza en áreas urbanas -como el arbolado- son eficaces para reducir la exposición al calor, mejorar la salud pública y generar resiliencia
climática con co-beneficios sociales inmediatos”.
Estas afirmaciones refuerzan la necesidad de reconocer jurídicamente al arbolado urbano como una infraestructura crítica para el cumplimiento de derechos humanos, así como de implementar políticas públicas que garanticen su protección con enfoque de equidad.
4. Impactos en la salud, el ambiente y la justicia climática
La pérdida del arbolado urbano tiene consecuencias directas, medibles y desiguales sobre la vida de las personas. Numerosos estudios han documentado cómo la cobertura vegetal en ciudades influye de forma significativa en la salud pública, el confort térmico, la calidad del aire y la equidad social. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la exposición prolongada a material particulado fino (PM2.5), altamente concentrado en zonas sin vegetación, contribuye a más de 4 millones de muertes prematuras al año a nivel global.
Entre los principales impactos se destacan:
● Aumento de la temperatura urbana: el fenómeno de “islas de calor” se acentúa en barrios sin cobertura arbórea. Según el IPCC, las ciudades con escaso verde pueden registrar entre 5°C y 7°C más que áreas arboladas. Esta diferencia térmica agrava el estrés calórico, especialmente en niñas/os, personas mayores y trabajadores expuestos.
● Enfermedades respiratorias y cardiovasculares: la baja densidad arbórea impide la filtración de contaminantes como NO2 y PM10, elevando la incidencia de asma, bronquitis y afecciones pulmonares crónicas, particularmente en niñas y niños.
● Contaminación acústica: los árboles también actúan como barreras naturales contra el ruido, por lo que su ausencia incrementa la exposición urbana a niveles sonoros nocivos.
● Pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos: la deforestación urbana afecta los corredores biológicos, interrumpe ciclos ecológicos y reduce la presencia de especies polinizadoras, fundamentales para el equilibrio urbano.
● Desigualdad territorial y justicia climática: la distribución del arbolado urbano es profundamente desigual.
Estudios en ciudades como Buenos Aires, Santiago de Chile y São Paulo muestran que los barrios de mayores ingresos concentran hasta tres veces más cobertura verde que las zonas populares. Esta disparidad configura una forma de injusticia ambiental, que vulnera el principio de equidad consagrado en la Declaración de Río de 1992 y la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Desde el plano jurídico, esta situación puede ser abordada a través del enfoque de “derechos diferenciados”, que exige a los Estados adoptar medidas específicas para corregir desigualdades estructurales. En este sentido, la Corte Interamericana ha sostenido en el caso Pueblo Kaliña y Lokono vs. Surinam que la protección del ambiente debe considerar la especial vulnerabilidad de los grupos afectados y su relación con el territorio.
5. Experiencias de gestión y acción comunitaria
Frente a los desafíos que presenta la gestión del arbolado urbano, caracterizada por factores como la expansión urbana, la gestión inadecuada, el cambio climático y la desigualdad socio-territorial, diversas instituciones y organizaciones han impulsado iniciativas de gestión integral, relevamiento técnico y participación comunitaria. Estas iniciativas buscan proteger el patrimonio arbóreo y asegurar sus múltiples beneficios ambientales y sociales para la población.
A continuación, se destacan experiencias relevantes de gestión y participación en nuestro país:
● Rosario (Santa Fe): La ciudad cuenta con aproximadamente 420.000 árboles y ha implementado un Plan Integral de Gestión del Arbolado Público que regula su plantación, conservación y reposición. Se utilizan censos satelitales, diagnósticos técnicos y participación vecinal para definir acciones. Además, se promueven programas escolares y
comunitarios como "Un Árbol por Graduado" y "Cuidadores del Arbolado.
● Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La gestión del arbolado público busca proteger e incrementar el arbolado urbano, fijando requisitos técnicos y administrativos para las intervenciones. Por Ley sentó las bases para la creación del Plan Maestro de Arbolado Público, el cual establece políticas, objetivos y criterios para asegurar la sustentabilidad del arbolado y sus beneficios. La ciudad cuenta con un portal oficial, Arbopedia, que centraliza información sobre el arbolado público, allí tambien los ciudadanos pueden acceder a los planes de forestación, campañas de concientización, censos y descripción de especies.
● Ciudad de Córdoba: en 2023 se lanzó el programa "Plantamos Futuro", con el objetivo de incorporar 50.000 nuevos árboles en cinco años. La estrategia prioriza zonas con escasa cobertura vegetal, como escuelas, centros de salud y corredores barriales. Además, se articula con organizaciones locales y promueve campañas de concientización para fomentar el compromiso ciudadano con el cuidado del arbolado.
Ejemplos internacionales
● Medellín, Colombia: el programa “Corredores Verdes” transformó avenidas y quebradas en corredores ecológicos conectados, bajando hasta 2°C la temperatura ambiente y mejorando la calidad del aire.
● Montevideo, Uruguay: el “Plan Director de Arbolado Urbano” obliga al municipio a mantener un censo georreferenciado, promover especies nativas y garantizar participación pública en decisiones sobre tala y plantación.
Estas experiencias reflejan que es posible —y necesario— integrar el arbolado urbano como parte del planeamiento, reconociendo su valor ecológico y social. Un denominador común de los casos exitosos es la existencia de normas locales específicas, presupuestos asignados, participación ciudadana y sistemas de monitoreo público del arbolado.
6. Conclusión: el arbolado como bien común urbano
El arbolado urbano no es un privilegio paisajístico ni un lujo estético, sino un componente estructural de la justicia ambiental y un derecho colectivo que incide directamente en la salud pública, el bienestar y la equidad territorial. Su
presencia o ausencia no es neutra: revela desigualdades históricas en el acceso a condiciones dignas de vida y a un ambiente sano.
Reconocer al arbolado como bien común urbano implica avanzar hacia una visión integral que lo considere parte de la infraestructura crítica de nuestras ciudades. Esta perspectiva requiere políticas redistributivas que prioricen a los barrios más vulnerables, marcos normativos sólidos que aseguren su protección, planificación técnica con enfoque ecológico y mecanismos de participación ciudadana activa y vinculante. El compromiso de los Estados debe traducirse en acciones concretas y sostenidas. Cuidar los árboles es cuidar la vida. Y garantizar cobertura verde en los sectores históricamente postergados es una deuda ambiental y social que debe ser saldada sin más demoras.-
Bibliografía y fuentes citadas
Organismos internacionales y multilaterales
● ONU-Hábitat. Informe Mundial de Ciudades 2020: El valor de la urbanización sostenible.
● CAF – Banco de desarrollo de América Latina y el Caribe. Bosques urbanos para mejorar la calidad de vida en las ciudades.
● FAO – Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El estado de los bosques del mundo, 2016.
● OMS – Organización Mundial de la Salud. Ambient air pollution: A global assessment of exposure and burden of disease, 2016.
● IPCC – Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Sexto Informe de Evaluación (AR6), 2022.
● Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat). Ciudades y comunidades sostenibles – ODS 11.
● Relator Especial sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente de Naciones Unidas. Declaraciones sobre espacios verdes urbanos y derecho al ambiente sano.
Normativas y marcos legales
● Constitución Nacional Argentina, artículo 41: Derecho a un ambiente sano.
● Ley General del Ambiente N.o 25.675
● Acuerdo de Escazú. Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe.
● Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992.
● Agenda 2030 de Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS).
● Acuerdo de París sobre Cambio Climático, adoptado en 2015.
Jurisprudencia internacional
● Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva 23/17 sobre el derecho a un ambiente sano como derecho autónomo.
● Caso Pueblo Kaliña y Lokono vs. Surinam, sentencia sobre protección diferenciada y vulnerabilidad ambiental.
Políticas y planes locales citados
● Ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina). Plan Integral de Gestión del Arbolado Público.
● Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Plan Maestro de Arbolado Público y plataforma oficial “Arbopedia”.
● Ciudad de Córdoba (Argentina). Programa “Plantamos Futuro”, lanzado en 2023.
● Medellín (Colombia). Programa “Corredores Verdes”.
● Montevideo (Uruguay). Plan Director de Arbolado Urbano.